martes, 22 de abril de 2008

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Presentación: “De los espacios otros” Michel Foucault.
Felipe Beltrán.

Foucault inaugura la conferencia, ofreciendo una explicación acerca de su motivación para tratar el espacio como tema central. Nos sugiere así, que la imagen del tiempo que sirvió en el siglo XIX como estructura lineal sucesiva, en donde ubicar ciertos hechos para explicarlos en términos de desarrollo, o de corte con respecto a hechos pasados, presentes y futuros; es reemplazada en la actualidad por una concepción del espacio que hace posible entender los hechos en términos de simultaneidad, yuxtaposición, y conectividad según lejanía o vecindad.

La imagen contemporánea del mundo es para Foucault, una imagen de procesos interconectados en un espacio. No se trata entonces de una negación de la historia, de la causalidad, o del tiempo mismo; sino de la “espacialización” de estos conceptos
[1]. Según esta tesis, entender en qué consiste la concepción actual del mundo, requiere analizar la forma misma en la que se concibe el espacio en la actualidad.
¿Existe un punto concreto en el que se ubique el giro desde la preocupación del tiempo hacia el espacio? Posible variable sociológica. Consolidación de la espacialización del tiempo… las dos variables se combinan/ en contraste con la crítica de Lefebvre. Lecourbusier: la arquitectura internacional/universal: la carta de Atenas… cambia el planteamiento de la arquitectura misma… la velocidad en incremento, la nueva ciudad moderna… en cuanto la concepción de la máquina: edificios sueltos sobre el territorio: 1959. Manzana, casa, plaza… todas se reconfiguran… organicismo.
Racionalismo italiano (historicismo, organicismo)

Con este propósito Foucault se encamina hacia una revisión de los modos de concebir el espacio en ciertos puntos emblemáticos de la historia (“…trazar muy groseramente esta historia del espacio…”) que es en sí misma un intento de aplicar la manera de pensar que he descrito anteriormente: no se trata de concebir el espacio a través del contraste de ciertos momentos en la historia, sino de espacializar procesos históricos, en un intento por conectar tres momentos históricamente distantes a través del patrón que se establece, en términos de contraste, al comparar la forma en la que se concibe el espacio en cada uno de ellos.

En muy pocas líneas Foucault contrasta el espacio medieval, como un espacio de localizaciones (cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa), con un espacio que podría llamarse “moderno” y que es caracterizado por una concepción matemático-científica que lo presenta como dimensión abstracta cuantificable (“infinito e infinitamente abierto”), inaugurada por Galileo en el siglo XVII.

El paso que se da entre estas dos concepciones del espacio es descrito por Foucault como una ruptura. Se hace imposible el regreso al estado anterior: una vez fracturado el espacio de localizaciones del Medioevo una nueva concepción del espacio como dimensión abstracta empieza a reemplazarlo. A su vez esta concepción moderna del espacio es reemplazada en la actualidad por una manera de entender el espacio como el conjunto de todas las conexiones posibles entre puntos o elementos, Foucault lo describe como el conjunto de todos los emplazamientos.

Esta vez, el paso del espacio como dimensión al espacio como emplazamiento, es abordado en términos de todo aquello que se resiste a ser “desacralizado” por la ciencia en nuestra experiencia espacial cotidiana. Se trata de los límites y oposiciones de los espacios en los que vivimos que resultan inmunes a las abstracciones científicas: el espacio privado frente al público, el espacio de trabajo frente al del ocio, etc.

En este sentido, el espacio como emplazamiento parece estar más cerca del espacio como localización del Medioevo, que de una concepción abstracta del espacio como dimensión cuantificable, pero debe señalarse aquí que a diferencia del espacio medieval, los límites que tiene en cuenta Foucault para caracterizar al espacio actual no son necesariamente físicos, son límites cualitativos que (sin llegar a ser subjetivos) pertenecen a la experiencia espacial.

Un aspecto definitivamente característico del espacio como emplazamiento es que estos límites cualitativos de la experiencia espacial describen a conjuntos de relaciones entre espacios y no a los espacios mismos.

Teniendo en cuenta esta interpretación de la caracterización que hace Foucault del espacio como emplazamiento, podría acertadamente sugerirse una conexión entre el habitar contemporáneo y algún sentido de “movilidad” o de “nomadismo”; términos con los que otros autores han descrito de manera reiterativa la forma actual de habitar el espacio contemporáneo.
[2]

Si puede decirse que el espacio contemporáneo es habitado en la situación permanente de estar en tránsito entre dos puntos, entonces Foucault propone la factibilidad de un análisis de los espacios en términos de sus relaciones con un tipo específico de movilidad: se propone así una clasificación tentativa de los espacios como emplazamientos de pasaje, de detención provisoria, o de descanso cerrado o medio-cerrado.

Sin embargo, lejos de llegar a desarrollar exhaustivamente una clasificación de los emplazamientos, la argumentación toma un camino distinto al concentrarse en dos tipos particulares de emplazamientos que se relacionan con todos los demás, pero que a su vez invierten, neutralizan o suspenden sus relaciones con todos ellos.

Se trata en primer lugar de las utopías, descritas como reflejo idealizado o imagen inversa de la sociedad misma, que en ambos casos exhiben su característica esencial: ser espacios fundamentalmente irreales. Por otro lado, existen también espacios que a pesar de ser efectivamente localizables, contradicen, representan, o invierten todos los otros emplazamientos con los que se relacionan dentro de una sociedad. Por tratarse de lugares absolutamente otros que aquellos emplazamientos con los que se yuxtaponen, Foucault los llama “heterotopías”.

En un esfuerzo por describir el sentido de estos espacios-otros, Foucault propone una lectura, una descripción polémica, del espacio en el que vivimos llamada “heterotopología” articulada en seis principios descritos esquemáticamente a continuación.

Primer principio: las heterotopías son una constante de todo grupo humano, que sin embargo nunca adoptan formas que sean universalmente válidas en todo contexto.

En cuanto a este punto, Foucault señala que a pesar de sus formas muy variadas, las heretopías pueden clasificarse a grandes rasgos en dos grupos muy generales. Se trata de las heterotopías de crisis: espacios destinados a confinar a los individuos que están pasando por un estado (no-perpetuo) crítico con respecto a su relación con el resto de la sociedad, y las heterotopías de desviación: como lugares de contención para todos los individuos cuyo comportamiento representa una desviación con respecto a los estándares normalmente exigidos. En cuanto a la relación entre estos dos grupos de heterotopías, Foucault señala que en la actualidad las heterotopías de desviación tienden a reemplazar a las de crisis en casi todas sus funciones.

Segundo principio: una misma heterotopía existente puede hacerse funcionar de manera diferente a lo largo de la historia según su relación con la sociedad que la use. Así, Foucault describe el caso concreto del cementerio como espacio que dejó de representar un reflejo de la estructura jerárquica social de los vivos (según el espacio que ocupaba cada cadáver en relación con el mausoleo familiar, y según el área y tamaño que ocupaban estos mausoleos en el espacio total del cementerio) para convertirse a partir del siglo XIX en lugares con una distribución individual de los muertos, alejados ahora de los centros de la vida pública, como “la otra ciudad”, la ciudad de los muertos separada claramente (con justificaciones que aluden ahora a la salubridad y la higiene) de la de los vivos.

Tercer principio: las heterotopías tienen la capacidad de yuxtaponer múltiples espacios en un solo lugar. Foucault describe esta propiedad heterotópica con los ejemplos del escenario de teatro, la pantalla del cine, y el antiguo jardín persa como imagen del mundo.

Cuarto principio: las heterotopías están relacionadas comúnmente con heterocronías, entrar en un espacio heterotópico implica por lo general entrar también en un corte con el tiempo. Así los cementerios son un espacio en donde el tiempo se presenta como infinito, y a la vez detenido. El corte más radical con la temporalidad de la vida, la muerte.

Aquí Foucault desarrolla este punto extendiendo la clasificación en términos de la diferencia que existe entre las heterotopías que posibilitan una heterocronía acumulativa: en donde el tiempo parece acumularse al infinito, así los museos acumulan “capas” de tiempo que se superponen en un mismo espacio finito. Y aquellas otras heterotopías en donde el tiempo se hace radicalmente pasajero: el espacio de las ferias y las fiestas temporales, en donde pueden construirse “ciudades” enteras que desaparecerán en cuestión de semanas.

Quinto principio: las heterotopías tienen sistemas de abertura y de cierre: están aisladas y a la vez son permeables. Requieren en la mayoría de las veces de ritos de pasaje, que preparen o dispongan al visitante para poder acceder a espacios concretos.

Sexto principio: las heterotopías son una función de todos los espacios restantes. Bien sea en tanto que crean espacios ilusorios que se presentan como crítica a la realidad de los demás espacios existentes, o que creen espacios reales en donde la vida es ordenada y regulada como compensación ante el desorden y la mala administración de los espacios cotidianos.






[1] Un proceso histórico entendido bajo una concepción basada en el tiempo, puede describirse en términos de esquemas lineales o cíclicos, este mismo proceso bajo una concepción espacial, puede describirse como una red de puntos interconectados que forman un patrón. (¿resulta significativo el hecho de que en ambos casos hago referencia a “imágenes” espaciales, esquemas-trazos, para poner en evidencia el contraste?).
[2] Así Paul Virilio ha comentado en distintos textos suyos acerca de la “inercia polar” como el efecto inevitable del incremento en la velocidad de la vida actual, que produce un distanciamiento cada vez mayor entre un sedentarismo radical y un nomadismo extremo como maneras de experimentar el espacio.

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